La reunión de los exponentes más importantes del reggaetón en Colombia dio como resultado una de las peores colaboraciones del género por dónde se le mire: un beat genérico, con una letra cuestionable y una narrativa que alimenta la percepción que se tiene desde afuera que somos un país de “put@s, dr0g@ y v1ol3nci@”. Todo esto motivado además por artistas masivos, con un nivel de influencia y una resonancia global.

Lo que empezó como una noche de borrachera, junte y derroche (o al menos así lo dejó ver en Feid en uno de sus reels), terminó por convertirse en una de las colaboraciones más polémicas, flojas y decepcionantes del reggaetón colombiano. El junte de dos generaciones representadas por J Balvin, Maluma, Karol G, Feid, Ryan Castro y Blessd, conducidos en un beat genérico de Ovy On The Drums, anunciaba lo que podría ser una colaboración histórica por lo que representa tener figuras vitales para la internacionalización del género como los dos primeros, junto con la pareja más exitosa en la actualidad y la nueva sangre que llegó para refrescar el panorama.
Todo esto bajo un título simbólico como el +57, prometía casi que un himno del perreo colombiano, pero salió mal. Y lo más triste es que siendo el desastre que es, nos lo van a e
“+57” no solo es mala por su letra cuestionable que hace referencia a la sexualización de niñas desde los 14 años, ni por su beat más desabrido que comida de hospital, es mala porque de todo lo que se puede hacer un himno en Colombia, escogieron un relato que hace apología a las drogas, la sexualización y objetivación de la mujer, el malandreo y la violencia como posición de poder. Que sí, es parte de nuestra historia y casi que la generalidad de las temáticas del reggaetón, pero que al mismo tiempo demuestra la incoherencia de artistas que públicamente salen a decir que somos mucho más que Pablo Escobar ante los ojos del mundo, para luego hacer una canción que enaltece y construye relatos sociales alrededor de esto mismo, de la manera más básica y sin ser realmente conscientes de su alcance e impacto, porque así como hay quienes la critican, hay quienes la celebran y se sienten identificadxs. mbutir hasta en la sopa mientras se llenan los bolsillos con las regalías de las repr
oducciones.
Más que una discusión moralista (porque el reggaetón es sucio e inmoral y hasta marginal desde sus inicios) se trata también de ir un poco más allá y ser críticos respecto a lo que tiene para ofrecer el reggaetón, que de un tiempo para acá parece estancado y condenado a exprimir la fórmula y crear música intrascendente, repetitiva y trasnochada, que en medio de su agonía se agarra de lo que puede para mantenerse relevante. En “+57”, aunque la canción es de Karol G, Feid y DFZM, es evidente también el protagonismo de un J Balvin que quiere remontar y volver a entrar en la conversación de lo más fresco. Lo que queda de canción es una colcha de retazos vagos y hechos sin esfuerzo que hasta el momento lleva más de 3.5 millones de reproducciones que en términos de regalías es un premio a la mediocridad que vamos a tener que escuchar hasta en la sopa, porque así funciona la industria.
Después de algunas reacciones de los mismos reggaetoneros diciendo que “si no le gusta paila, no la escuche”, es también importante reconocer que por una parte, como sociedad no deberíamos delegarle al arte, ni a los artistas el rol de educar a sus audiencias, sin embargo hace falta también algo de conciencia respecto al nivel de influencia que tiene el arte, en medio de un contexto en el que la gente desconfía de las instituciones, de los medios de comunicación y de todo lo establecido y recurren a sus íconos como referentes de cómo pensar, sentir y actuar, por lo que ser un modelo a seguir también implica cierta responsabilidad, responsabilidad que entre siete artistas que hacen parte de esta colaboración ninguno tuvo sobre el hecho de sexualizar niñas desde los 14 años, por ejemplo.
Al final tampoco deberíamos esperar mucho del reggaetón en general, su discurso no ha salido de las mismas cuatro esquinas desde sus inicios y es un género establecido desde lo superficial, lo raro sería que abordara otros temas sociales, como ha sucedido con la resistencia popular en Puerto Rico, pero si queremos escuchar una música que conecte con nosotros de otra manera, sin los clichés y la repetición de la repetidera, que esta sea la oportunidad para abrirse a todo el panorama variopinto que ofrecen las músicas tradicionales, la cantautoría, el rap, el indie, todo eso que no es masivo y que sin embargo nos representa de otras maneras.

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