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Temporada 8 Al Aire - Episodio 2 No Rules Clan

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Tenemos que hablar del cartel del Festival Cordillera 2025

  • Foto del escritor: Sudakas
    Sudakas
  • 20 may
  • 4 Min. de lectura

Con un cartel nostálgico —como es habitual desde sus inicios—, el  Festival Cordillera celebra su cuarta edición con un homenaje al rock latino, las fusiones de los 2000 y una cápsula del tiempo para la generación que creció viendo a muchos de estos artistas en Rock al Parque. Todo ello, mientras nos invita a reflexionar sobre “el futuro de la música latina”.  

Tras el fiasco del Jamming que nunca fue, el Festival Cordillera surgió en 2022 y desde entonces se erigió como abanderado de la música latina, específicamente de los sonidos que marcaron las últimas cuatro décadas. El rock en español, las olas de reggae y ska de su época dorada en el nuevo milenio, y recientemente figuras como Juan Luis Guerra o Rubén Blades, han sido el plato fuerte de una curaduría que bebe de lo que nos atravesó culturalmente a quienes crecimos con PlayTV  en Colombia o la programación de MTV en Español (para los que crecieron con cable). Una selección donde convergen escenas diversas para una generación que transitó de las tribus urbanas de gustos definidos a la apertura de escuchar música sin importar que los géneros fueran disímiles. Al final, el Cordillera es un festival que atraviesa generaciones y que, anclado en la nostalgia, también se permite abrir —tímida y gradualmente— espacio para nuevas figuras. Aunque su lema este año sea "El futuro es latino", suena casi incoherente frente a un cartel de leyendas consolidadas.  


Sobre lo que veremos en Septiembre en el Parque Simón Bolívar, vale la pena celebrar una deuda pendiente con Serú Girán que llega por primera vez al país (aunque sin su alineación original). También estarán Rubén Blades, Fito Páez e lllya Kuryaki & The Valderramas, parte del cancionero grabado a fuego en la infancia de quienes nacimos en los 90. Del lado del reggae, UB40 feat. Ali Campbell salda otra deuda pendiente del Jamming que nunca sucedió, junto a los himnos de Gondwana y el legado ska de Panteón Rococó. El pop dosmilero tendrá su momento con Belanova y Ximena Sariñana; la melancolía y la tusa desgarradora llegarán con Daniel, me estás matando y la sublime Silvana Estrada. Y sí, ya sabemos que Zoé ya debería declarar renta en Colombia de tantas veces que los hemos visto, pero siempre habrá alguien que se los ha perdido y un mar de fans que los repetiría sin dudar.  



Por el lado de la cuota local, aunque corta, trae a un Carlos Vives que incluso cuestionando por su extractivismo cultural, representa también una figura fundamental para las nuevas músicas colombianas con una fusión que inspiró todo un movimiento de artistas que se atrevieron a mezclar lo tradicional y lo contemporáneo. Después de mucho silencio y de su última aparición en el Estéreo Picnic de 2022, volveremos a ver a Crudo Means Raw y será también la oportunidad de volver a escuchar a viejos conocidos como Ciegosordomudos y Velandia y La Tigra, mientras la nueva sangre tendrá su representación con Laura Perez, Vale y El Kalvo; sin dejar de lado figuras que representan la latinoamericanidad con su sonido sureño como Lucio Feuillet, o la cumbia continental del Frente Cumbiero. 


Es un cartel potente, sí, pero también es uno que nos hace cuestionarnos sobre el futuro de un Festival que en cuatro ediciones ha tenido dos veces ya a Los Auténticos Decadentes, Los Caligaris, Los Bunkers y León Larregui, como si la música latina no tuviera más de dónde escoger, o como si simplemente se tratara de traer a los mismos porque son los que venden. Esta curaduría sumada a los “Conciertos de la esperanza” del Gobierno Nacional también desatan la conversación sobre el futuro de un festival como Rock al Parque, cuya curaduría ha bebido durante 30 años de historia de esas aguas y al enfrentarse a agendas copadas de artistas que vienen a festivales privados, se verá en la obligación de replantearse y apostar por otros nombres que atraigan y comprometan una asistencia masiva. 


Y como todo hay que decirlo, otra de las cosas que hace ruido de este Cordillera es la campaña de expectativa, el grafiti gigante sobre la séptima y la narrativa de que “El futuro es latino”, cuando más del 90% del cartel es una oda a la nostalgia, lo que resulta un poco incoherente por más poderosa y válida que sea la frase. Es el momento de la música latina, sí. El reggaetón logró atraer todas las miradas y poner a artistas anglo a cantar en nuestro idioma, también. Los charts globales están comandados por latinos y aún así ese sonido del futuro tampoco se está viendo representado en la curaduría puntual de esta edición, de modo que termina siendo una oportunidad desaprovechada el hacer una apuesta más contundente por una nueva sangre de artistas emergentes que representan ese futuro al que aluden en su campaña y queda como una deuda pendiente la manera en que el festival eventualmente va a dejar de beber de la nostalgia para trascender a visibilizar ese talento que desde el presente se proponen como las figuras del futuro. 


Finalmente, ¿qué decir de la participación femenina en el festival? Ninguna cabeza de cartel y apenas siete de 38 artistas que lo componen este año. Esta es una conversación que por más poderoso que sea el cartel, hay que seguir dando y ustedes saben que señalarlo hace parte de un cambio que eventualmente veremos en la industria. 


¿Ustedes qué opinan?

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