En una noche fría en el Festival Cordillera en Bogotá, la figura de Rubén Blades, vestido de traje y sombrero, encarnó la promesa de poder ver el corazón. Más que un concierto, su presentación fue un repaso por más de 40 años de historia musical, una ceremonia íntima y vibrante, un relato poético que trascendió la música para convertirse en una lección de vida.