“Incluir un arpa llanera en una grabación de trap no es renovar el joropo”: una charla con Ana Veydó de Cimarrón
- Sebastián Narváez Núñez
- 13 jun
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 25 jun
A propósito de lo que parecería ser el nacimiento de un fenómeno bautizado como “NeoJoropo”, del que hacen parte una nueva sangre de artistas que mezclan elementos tradicionales y contemporáneos, hablamos con una de las figuras más importantes del joropo a nivel mundial.

Históricamente Colombia y Venezuela han compartido no solamente la arepa, los colores de la bandera y la migración de lado a lado, sino también un género musical que desde los llanos refleja el imaginario de la vida cotidiana en la Orinoquía. Un ritmo potente, recio, con una personalidad visceral, un canto magnético, un zapateo delirante y una contundencia en escena que no tiene comparación.
Considerada por la revista Forbes como “la banda que lleva la música del Orinoco al mundo”, Cimarrón lleva más de 20 años abriendo trocha para una música que si bien no es la más popular dentro del territorio nacional, ha sido el referente principal del joropo en cada uno de los más de 40 países, en los cinco continentes, en los que por primera vez, y gracias a ellos, ha resonado este ritmo poderoso.
Quizás su camino haya pasado por inadvertido para muchos de nostros, pero lo de Cimarrón ha sido loable. Han sido nominados al Grammy Anglo en 2005 y al Grammy Latino en 2019. Fueron ganadores en los Independent Music Awards en la categoría Mejor Álbum Latino en 2012; su show Orinoco fue nominado a Mejor Espectáculo de Música Tradicional de los premios Lunas del auditorio de México en el 2014 y fueron ganadores del Songlines Music Award en 2020. Eso sin enumerar los múltiples festivales a nivel mundial en los que se han consolidado como una apuesta contundente, refrescante y novedosa desde estas tierras.
Ante un panorama que nos presenta quizás la génesis de un fenómeno al que se ha bautizado como “Neo-Joropo”, y del cuál hemos escuchado producciones de artistas como Lady Arias, Reis Bélico, Judeline o remixes de canciones de Emily Galaviz, decidimos hablar con una autoridad en el tema como lo es Ana Veydó, directora de la agrupación Cimarrón, sobre sus percepciones de este nuevo género que sin duda está cogiendo fuerza y está dando de qué hablar en las escenas alternativas.
Antes de entender el fenómeno actual del Neo Joropo, es importante hablar de la tradición folclórica del joropo, un ritmo compartido entre Colombia y Venezuela. Para quienes no lo conozcan, ¿cómo podrías definir el joropo, qué instrumentos lo componen, cuál es su base rítmica, de qué hablan sus canciones?
El joropo es actualmente un género compartido entre Colombia y Venezuela, el cual parte de un formato básico propuesto desde Venezuela: arpa o bandola, cuatro, maracas, bajo. Con estos instrumentos, se interpretan la diversidad de ritmos, aires o golpes que hacen parte del joropo. La base rítmica del joropo es un patrón ternario, que va entre 3 / 4 y 6/8.
En el joropo, las canciones están diseñadas para el gusto de la región y aparentemente reflejan la cotidianidad de las personas, aunque a veces encontramos que se trata de un Llano imaginario o que se ha perdido, porque muchas imágenes no se corresponden con la realidad diaria en la Orinoquía. La mayoría de las letras refuerzan la imagen del hombre a caballo.
Para hablar del estado actual del joropo, el que se consume dentro de la región y hasta donde encuentre proyección nacional, hay que decir que está siendo representado por gente joven de la región, no solo por cantantes sino también por músicos y bailadores (zapateadores).
Pero no sé si existe un fenómeno actual llamado “neojoropo”. En este último año, percibo una intención de impulsar ese término desde muchos frentes, pero no encuentro que haya creación musical que lo respalde ni mucho menos un movimiento (festivales, público, etc). Sin embargo, no es un término nuevo. En mis 40 años de carrera artística, he visto aparecer y desaparecer el término en distintos momentos. Por eso me genera inquietud. Bajo este término intentaron encasillar hasta a Aldemaro Romero y él mismo lo rechazó para defender lo suyo como onda nueva. Más adelante, vi reaparecer el “neojoropo” con un álbum de Carlos Baute, pero me parece que le tocó volver inmediatamente al pop. Ahora veo artistas que claramente hacen rock o hip-hop, géneros que disfruto mucho, pero que apelan al formato habitual de los instrumentos del joropo o apelan a conexiones de poder familiar o territorial, buscando un toque de “ancestralidad portátil” pero sin representar el joropo ni lograr una modificación sustancial de sus estructuras para renovarlo. El hecho de que se incluya un arpa llanera en una grabación de trap, no implica necesariamente estar haciendo joropo ni estar renovándolo. Y más aún, a veces el afán de conectar estas propuestas con el joropo solo a través de la inclusión de ciertos instrumentos, lo que hace es debilitar esas mismas propuestas, que podrían encontrar su verdadera fuerza en otros formatos más pesados, más agresivos o que aviven más esos estilos.
El hecho de que se incluya un arpa llanera en una grabación de trap, no implica estar haciendo joropo ni estar renovándolo.
Lo que sí veo, y no bajo la denominación de “neojoropo”, es el surgimiento de muchachas muy jóvenes, de región, cantando muy bien joropo y llevándolo a otros públicos. Es el caso de la cantante venezolana Emily Galaviz, de extracción campesina. Como ella, muchas voces jóvenes con la fuerza del joropo y considerándose joroperas, están llegando incluso a hacer parte de remixes virales para la escena actual de la música electrónica. Lo que más impacta de estas jóvenes, y lo que de verdad importa de su trabajo, es la fuerza de su canto y su conexión real con el joropo.
Hay un concepto que se ha usado recientemente y es la “tradición en transición”, y tiene que ver con las adaptaciones de sonoridades tradicionales a ritmos contemporáneos que rescatan y mantienen vivos los ritmos folclóricos que pueden tender a desaparecer pues no hay nuevas generaciones que mantengan vivo ese legado. De qué manera consideras que el fenómeno del Neo Joropo dialoga con una nueva audiencia más amplia y qué tanto del joropo tradicional se ve opacado o exaltado con estas nuevas tendencias?
Si el joropo está transitando hacia algún lado, al menos en el caso de Colombia, debo señalar ese tránsito como la asimilación de la mayoría de los elementos sonoros y escénicos propuestos por Cimarrón. El zapateo solista y su integración al sonido del joropo, por ejemplo, hoy se asume como parte natural de la tradición, pero nunca se reconoce que fue Cimarrón quien lo impulsó. Los diálogos melódicos entre arpa y bandola hoy nadie los rastrea en el tiempo, pero si lo hicieran, encontrarían que es una propuesta de Cimarrón. Si se habla de desarrollo de bloques rítmicos, esto nació de una necesidad de Cimarrón, que es la primera y tal vez la única banda de espectáculo de esta música de raíz, es decir, fue algo que respondió más a nuestra necesidad escénica particular. Ahora resultan ser parte de la tradición y que han estado ahí desde el principio de los tiempos. Evidenciar la herencia afro en el joropo, presente en lo melódico y en los zapateos, y trasladable a un set de percusión propio de Cimarrón que reconoce esta herencia, ha sido replicado por muchas propuestas. Ahora se habla de una herencia indígena, pero antes de que Cimarrón lo hiciera, era vergonzoso. Todos estos elementos han cambiado la escena del joropo en la región. Cimarrón siempre será vista una fuente de alimentación para crear, sobre todo por las nuevas generaciones.
Si hablamos de un diálogo del joropo con nuevas audiencias, me remito a La Gira Mundial del Joropo que tuvimos con Cimarrón entre julio de 2023 y diciembre de 2024. A diferencia de otras giras, esta ha sido tal vez la que más ha permitido una proyección para el joropo como música de raíz en escenarios que convocan al público no por su gusto por las tradiciones lejanas, sino que convocan a los amantes de los buenos espectáculos. En Estados Unidos, presentarnos en el Kingsbury Hall de Utah nos hizo ver que la gente acudió a ver, como de costumbre, un buen espectáculo. En el festival Colores de Ostrava, en República Checa, el público de Interpol cambió de escenario para ver a Cimarrón. En 18 teatros de Japón, pero en especial en el Festival Hall de Osaka, por donde han pasaron Queen o Pink Floyd, el público fue con la expectativa de un buen espectáculo. Ha sido la calidad del espectáculo lo que ha llevado a que el joropo sea apreciado por nuevos públicos.
Puedo decir que, en el caso de Cimarrón, se han dignificado los golpes más tradicionales del joropo, dándoles una sofisticación que permite apreciarlos al lado de las músicas clásicas o las músicas comerciales y, sobre todo, que rompe las fronteras que se le ponen a lo “folclórico” o “tradicional”. El joropo, sin necesidad de ponerle otros rótulos, tiene todo el potencial para ser apreciado como una de las grandes músicas del mundo. Eso es lo que defendemos y lo que hemos comprobado con Cimarrón. Lamentablemente, en Colombia siempre la tendrán difícil los joroperos mientras desde el poder se invisibilice esta música, se suplante, o de alguna manera se encasille únicamente en espacios para lo “folclórico” o “tradicional”.
Cimarrón ha sido desde hace un par de décadas la representación internacional del joropo colombiano en festivales de world music en distintas partes del mundo, qué impresión te ha generado abrir la trocha de este género en lugares a los que ha llegado por primera vez gracias a tu música?
Desde el 2000, fue para nosotros un propósito internacionalizar a Cimarrón. Sin querer, nos convertimos en un referente del joropo en el mundo. Digo sin querer porque teníamos un compromiso artístico, pero no un compromiso con la tradición. Queríamos hacer lo nuestro partiendo de la raíz, pero sin pensar en que debíamos estar atados a la expectativa local. Esta banda, si bien ha transitado por el camino de la world music, también ha ido abriéndose espacio en circuitos donde ni siquiera se contempla en la programación a artistas de world music, como el Newport Folk Festival. A veces, hemos abierto la trocha para las músicas latinas. Da vergüenza y miedo ponerlo en palabras, pero ha habido escenarios y países en los cuales la primera referencia de música latina fue el joropo de Cimarrón, como sucedió en la Casa de la Música de Budapest.
Nos la hemos jugado tanto diciendo que partimos de la raíz de joropo, que no nos ha tocado definirnos dependiendo del escenario: no hemos dicho que somos flamencos en un festival de flamenco, ni hemos dicho que somos rockeros en un festival de rock. Siempre joropo. Que la fuerza misma del joropo haga que alguien compare el sonido de Cimarrón con jazz, funk, rock, solo nos dice que tenemos la capacidad para competir con esos géneros.
Cómo dialoga Cimarrón con esta tendencia del Neo Joropo y qué tanto están abiertos los ensambles más tradicionales a estas sonoridades más sintéticas, electrónicas y de la nueva ola de música de fiesta.
Más bien, desde la escena electrónica venezolana está surgiendo un interés por partir de las voces étnicas del joropo, algunas de esas voces vienen del movimiento de jóvenes de región. Eso me parece maravilloso, porque podemos oír voces recias, con ese toque de raíz, contrastando con la música electrónica. Pero no veo que haya una escena de renovación del joropo que tenga búsquedas electrónicas. Tal vez citaría Tonada de la Palomita, una intención que tuvimos desde Cimarrón en 2019.
En qué se diferencian hoy en día el joropo tradicional del Neo joropo?
El joropo tiene una audiencia, un consumo local, unos festivales, unos artistas representativos. No sé si tiene un mercado, pero tiene todo lo anterior. Desconozco dónde y cómo se mueve el “neojoropo”. Sé que si recurro a algún artista venezolano de música electrónica que haya hecho remixes con voces étnicas de joropo, muy probablemente me dirán que no se enmarcan dentro de una tendencia de “neojoropo”.
Cuando se ha hablado de Neo Joropo hay dos lados de la moneda: En uno están las fusiones que hacen bandas y que tienen que ver con la integración de otros elementos, respetando la estructura de la música del llano, y en la otra están las experimentaciones más digitales, que tienen que ver con un trabajo de producción electrónica y un tratamiendo de auto tune, con bases más saturadas. ¿Cómo crees tú que se podrían diferenciar estas dos aproximaciones al foclor tradicional?
Cimarrón nunca ha traído elementos de otros géneros al joropo para que parezca otra cosa. Partiendo del conocimiento profundo de la raíz y de los aires del joropo, hemos podido intervenirlos y transformar sus estructuras para darles mucho más poder. Es decir, no respetamos las estructuras: las afectamos, pero con conocimiento profundo de las mismas. Es el caso del Zumbajam (un zumba que zumba), Auténtica Llanera (un golpe de San Rafael), Parranda Quitapesares (un Quitapesares). En Cimarrón siempre encontrará la raíz profunda con un gran desarrollo.
Respecto a las aproximaciones al joropo que usted plantea, creo que se diferencian en que parten de dos lugares distintos: uno cercano a la intelectualidad y lo académico, otro que busca presentarse como más cercano a la música urbana o con cierta pose de irreverencia. Ambas suponen, a veces, una posición de superioridad respecto a las propuestas que parten de una relación con el territorio y la experiencia de vida regional. En nuestro caso, consideramos que hemos mirado la riqueza inagotable del mismo joropo para que el diálogo con otras músicas sea horizontal.
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