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Temporada 8 Al Aire - Episodio 1 Ela Minus

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Tenemos Que Hablar de DeBÍ tiRAR Más FOToS, el nuevo disco de Bad Bunny

Foto del escritor: Sebastián Narváez NúñezSebastián Narváez Núñez

Actualizado: hace 3 días

En DeBÍ TiRAR MáS FOToS, Bad Bunny se da las licencias creativas que desde hace años nos viene advirtiendo con un lema tan suyo que luego usó para bautizar uno de sus discos y se convirtió casi que en su promesa: Yo hago lo que me da la gana. En este último disco a punta de plena, bomba, salsa y un discurso contestatario sobre la gentrificación que se vive en su isla natal, Bad Bunny muestra su lado más Benito Antonio Martínez Ocasio, un puertoriqueño más que usa su poder de influencia global para atraer las miradas hacia una crítica social implícita que se vive tanto en San Juan como en Medellín, Ciudad de México y otras capitales turísticas de latinoamérica cuyo atractivo las ha hecho foco de atracción para gr¡ng0s. 

Lo primero que hay que decir sobre el nuevo disco de Bad Bunny es que dura mucho más que la hora y dos minutos que advierten las plataformas. Por su naturaleza críptica y por toda la conversación que ha desatado, es un proyecto que pareciera una travesía de pistas que desata la curiosidad de saber qué le pasó a Hawai por ejemplo, o dedicarle 13 minutos a ver el corto documental promocional del disco, y el universo que crea alrededor de todo esto, es un disco que motiva algo más que solo escucharlo, como la mayoría de cosas que escuchamos. Tiene un gancho difícil de ignorar, es como ir encontrando en todo, la pieza de un rompecabezas del que se bifurcan reflexiones e historias más profundas. 



Incluso antes de salir una de las estrategias de expectativa fue publicar coordenadas de lugares con fotos que daban pistas sobre los titulos que llevaría cada canción, esto sumado a elementos como el cierre del video de “El CLúB”, que muestra a Bad Bunny enterrando una especie de cofre en medio de una plantación; cofre que después desentierra una versión de sí mismo envejecido interpretado por Jacobo Morales (quien dirigiera, hasta el momento, la única película puertorriqueña nominada a unos premios Oscar y que lleva por título Lo que le pasó a Santiago, que a su vez es un guiño a “LO QUE LE PASÓ A HAWAii”, del mismo disco). Todo comunica, se entrelaza y tiene una narrativa circular que así haya quienes se mantengan en la posición de rechazar cualquier cosa que venga del reggaetón, hay que reconocerla por el esfuerzo de storytelling, y por el simple hecho de escapar a la narrativa mediocre del video hiper producido con yates, carros, fiestas, playas y mansiones del reggaetón, y se mete en el universo narrativo del cine y de retar a su audiencia a punta de simbolismos.ates, carros, fiestas, playas y mansiones del reggaetón, y se mete en el universo narrativo del cine y de retar a su audiencia a punta de simbolismos.


Aunque Bad Bunny se haya hecho su nombre a punta de perreos tristes y bangers calientes para la pista de baile, su naturaleza ha sido siempre fluctuante, y no es la primera vez que experimenta con ritmos más tradicionales reinterpretados: ha hecho corridos tumbados como “El diablo” (2019) con Natanael Cano, y se ha acercado antes al bolero con “Flor” (2019) de Los Rivera Destino, por lo que no es de sorprenderse que en este disco haya plena, bomba y salsa, resultado también de su regreso a Puerto Rico luego de un par de años viviendo entre Los Ángeles y Nueva York. 


En entrevista con The New York Times el boricua reflexiona sobre cómo cuando niños tenemos este pensamiento de que la música de nuestros padres es de viejitos y luego con los años hacemos las paces y la empezamos a apreciar y a entender, y esa, dentro de muchas otras excusas contextuales, es la razón por la que todo vuelve a la raíz, no solamente reconociendo el orgullo de ser de PR, sino abriendo la discusión sobre cómo esa tierra de sus antepasados se ha convertido hoy en territorio en disputa por los turistas que cada vez más han llegado a gentrificar lugares de latinoamérica desplazando a los locales e imponiendo una economía que beneficia a unos pocos, pero que implica a muchos para quienes habitar el lugar en el que nacieron deja de ser una opción.  Hay algo que me llama la atención y es la música como plataforma. Sí, este pudo ser otro disco nostálgico de una ex que no ha superado, pero es también el “Debí tirar más fotos y apreciar más los momentos y las personas”, de un ser que en medio de su fama se reconoce como alguien a quien no le gustan las fotos (todos recordamos la controversia de aquel momento en el que le tiró el teléfono a una fan que sin ningún tipo de prevención se le acercó para tomarse una selfie mientras caminaban), es una critica al presente y cómo en el pasado las fotos inmortalizaban recuerdos de momentos importantes y hoy en día tenemos un carrete lleno de cosas y momentos irrelevantes, desde la arepa con aguacate que te comes al desayuno hasta mil selfies del mismo momento para escoger cuál quedó mejor y subirla a las redes y volver al ejercicio efímero de la memoria. 


Pero sobre todo, es un concepto tan amplio que también podría adaptarse a la idea de “Debí tirar más fotos” antes de que el PR que conocía se transformara en otra cosa, pasar de ser un estado libre asociado a un estado más de Estados Unidos, como le pasó a Hawai, por ejemplo. 


Y aqui es donde el disco se pone interesante, porque elevó la apuesta que hizo con el videoclip de “El Apagón”, en el que inserta un mini documental periodístico y una investigación sobre la gentrificación y lo presenta como algo digerible para aquellos que pueden pasar horas viendo redes sociales, pero les cuesta dedicar cinco minutos a reflexionar sobre lo que pasa a su alrededor. Incluso los visualizers de sus videos narran la historia de Puerto Rico desde la creación de su bandera, pasando por la guerra por el territorio, el periodo de represión en la isla, su primer proceso de colonización en 1508, hasta revisiones de la generación de la crisis que va del 2006 hasta ahora. Es una clase de una hora de historia, lucha y causa puertorriqueña, para quien se quiera familiarizar con lo que se vive hoy en día allí. 




Canciones como “LA MuDANZA”, “LO QUE LE PASÓ A HAWAii”, “TURiSTA”, resultan ser la carne y todo lo demás un paisaje que aligera el viaje, una envoltura, una manera de blindar el mensaje y esparcirlo, en una apuesta que de otra manera, en un disco completamente contestatario, crítico y político, quizás no hubiera sido recibido de la misma manera. Las excusas de Benito para hablar de la situación del país resultan tan sutiles como cuando dice “En mi vida fuiste turista / Tú solo viste lo mejor de mí y no lo que yo sufría” o tan crudas como “Aquí mataron gente por sacar la bandera / Por eso es que ahora yo la llevo donde quiera, cabrón, ¿qué fue?”o tan explícitas como “Quieren quitarme el río y también la playa/ Quieren el barrio mío y que abuelita se vaya / No, no suelte' la bandera ni olvide' el lelolai/ Que no quiero que hagan contigo lo que le pasó a Hawái”. 


Como sea que se de el mensaje, es claro que la consciencia alrededor del poder de influencia que representa hoy por hoy Bad Bunny a nivel mundial, está explorando un camino en el que sagazmente pueda manipular el discurso para apuntar las miradas a un tema social con el que se puedan sentir identificadas personas de lugares que también están viviendo el lado b del turismo. Es a su vez un llamado urgente y general para nosotros como latinos y como migrantes. 


Hay algo en lo que hay que reflexionar y es que independientemente de si el reggaetón es o no aceptado socialmente por el valor de sus letras, la plataforma de visibilización que tienen sus representantes, se ha convertido en el refugio de miles de seguidores que han encontrado en ellos mensajes de empoderamiento como en el caso de Karol G o posturas políticas como en el caso de Benito. Y no, esto no quiere decir que se le deba exigir a los artistas tomar una posición, pero sí ser conscientes que en un mundo en el que la gente no cree en los periodistas, ni en los políticos, ni en los presidentes, ni en las democracias, resultan siendo las personas con influencia quienes tienen el poder de dirigir las conversaciones y apuntar las miradas hacia donde consideran que deben estar. 


Claramente a Bad Bunny no le afecta en nada la situación de su país, porque nadie va a llegar a sacarlo de su mansión, pero eso no implica que la realidad de esas otras personas no requiera de una voz que haga evidente ante el mundo lo que está viviendo la isla, así como lo hizo al manifestarse en 2019 exigiendo la renuncia del entonces gobernador Ricardo Roselló, porque al final de todo, el arte es y ha sido siempre una manifestación política, una fotografía del momento, una crónica de la realidad y una herramienta de lucha poética si se quiere. 


Quizás después de todo esto, hay algo que debería quedarnos de enseñanza y es justamente valorar el arte como un vehículo en el que cabe el mundo mismo, desde lo personal e íntimo, pasando por lo banal y reflexionando sobre lo social y lo político, y que todo puede convivir y que todos estamos siendo constantemente atravesados por situaciones, así no nos pasen en carne propia. En el tracklist no es explícito, pero el mini documental sí, y señala una reflexión sobre cómo los latinos hemos tenido que migrar por diferentes razones a todas partes del mundo y el trato en gran parte ha sido hostil, mientras que como locales recibimos casi que rindiéndole pleitesías a cuanto gr¡ng0 nos cruzamos por la calle. Solo piensen cuántas veces hablamos en otro idioma en nuestro país frente a un extranjero y cuántas veces un extranjero nos habla en español en sus países y cómo eso debería también cuestionarnos sobre el hecho de valorar nuestras raíces, lo que somos, lo que representa el lugar del que venimos y por qué es importante defender ese orgullo de ser latinos. 





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