top of page

Temporada 8 Al Aire - Episodio 6 | 2AT

Headerl-Logo-Sudakas-Small.png

La salsa en Bogotá va con todo

  • Foto del escritor: Hugo Santiago Caro
    Hugo Santiago Caro
  • 30 oct
  • 6 Min. de lectura

En Bogotá, la salsa no compite: convive. Suena entre punks, raperos, cumbias, selectores y melómanos; cambia de forma, de acento y de público, pero sigue marcando el compás de la ciudad.

Foto por: Alejandra Mar | @alejandra.mar
Foto por: Alejandra Mar | @alejandra.mar

En una ciudad tan llena de contrastes como Bogotá, la salsa encaja en todos los rincones. Puede sonar en un bar del centro con olor a madera vieja o entre luces y pantallas de discoteca. Se cruza con el rap, el punk, el dancehall y la cumbia, y aun así mantiene su propio pulso. En cada encuentro cambia un poco: resiste, se adapta, se mezcla y sigue viva.


Aquí, la salsa no es una sola: hay quien la escucha con reverencia en los bares de antaño, quien la baila en discotecas y quien la reinterpreta desde las tornamesas o las redes. No hay una sola manera de ser salserx en Bogotá, por el contrario, son distintas —y cada vez más conectadas— alternativas de vivir un mismo sonido que, entre tanta mezcla, sigue marcando el compás de la ciudad.


Estos son algunos de los parches en los que habita la salsa en Bogotá, espacios y colectivos que le imprimen una subida de temperatura a la helada noche capitalina, para que después de dejarlo todo en la pista, y saciados por el frenesí de la timba, la rumba, la charanga y el son, refresquemos nuestros cuerpos bañados en sudor con shot de Jäger a -18°C. 


Los sitios tradicionales  


En el centro siguen latiendo los establecimientos de la vieja guardia: Quiebracanto y Goce Pagano son ejemplos de ese pulso que ha sobrevivido por cerca de 45 años pese a cierres como el de Son Salomé y la mudanza y posterior cierre de Zócalo. Allí priman la salsa brava y el sonido setentero, los bailadores que buscan el golpe y la fidelidad a repertorios que ya son parte del ADN del género.


Con el mismo modelo persisten hacia el norte: Sandunguera, las sedes de Galería Café Libro y Salsa Camará. Son bares con más de 20 años que, desde Chapinero hasta la zona norte, mantienen la fidelidad a un sonido y a un público que sabe qué va a encontrar. En estos lugares la programación tradicional y las orquestas en vivo sostienen la oferta y garantizan esa continuidad sonora que muchos siguen reclamando.


Sin embargo, estos bares no dejan de ser un rezago de un movimiento mucho más grande, sobrevivientes al paso del tiempo y a épocas como la pandemia. Sebastián Plata, miembro de la Ruta Salsera, una iniciativa que muestra cómo funciona este ecosistema en distintos lugares de la ciudad, define la pandemia como un antes y un después: “La escena del sur se transformó más que la del norte como territorio en Bogotá, siendo que la salsa entró principalmente por el sur de la ciudad. Fue, además, la que más se vio afectada durante la pandemia. Bares como Palladium, Son Salomé, Zócalo y otros dos de la barra del Negro Charlie, en el Restrepo —que eran lugares de mucha tradición—, se acabaron a raíz de eso”.


Foto por: Alejandra Mar | @alejandra.mar
Foto por: Alejandra Mar | @alejandra.mar

El parche discotequero


La otra cara de la ciudad es la rumba de discoteca: La Diez, Chaney, Mulenze o Mr. Afinque, desde sectores como Plaza de las Américas y, en general, desde Puente Aranda, aportan un sentido distinto de fiesta. Aquí la timba, la salsa romántica y de alcoba, junto con otras propuestas para públicos exigentes, evocan rumbas con sabor caleño y responden a las necesidades de la diáspora que vive en Bogotá.


Esto, para Santiago Hernández, creador de contenido y selector bajo el nombre de Clave y Beat, cubre una oferta que deja de lado los sitios tradicionales: “No se estaban contemplando sonoridades como la timba ni otras propuestas de lo que en algunos sitios conocen como salsa progresiva, por así decirlo. Creo que ese espacio no se estaba cubriendo en ningún lugar. Por ahí, los más arriesgados eran en su momento Zócalo, pero el riesgo era muy poco, muy bajito, digamos. Y siento que estos sitios como Chaney, La Diez o Mulenze están diversificando la rumba en ese aspecto. En ese sentido, puede que pongan algo de lo clásico, pero la selección de canciones va más tirada hacia lo nuevo y hacia lo diferente también, hacia sonidos más progresivos”.


En otras palabras y citando a la Orquesta Calibre, en este espacio también hay lugar para “la foto, el video y la chicanería”. Un formato más visual y de espectáculo que convoca a un público más bailador y amplía el mapa de la salsa en la ciudad. Dan espacio, además, para sonidos autóctonos del Pacífico con celebraciones como San Pacho, a punta de chirimía y de marimbas. Conectan la música con expresiones que no son de Bogotá.



La nueva sangre la traen las mujeres 


El espacio digital se ha convertido en una puerta de entrada inesperada para nuevas generaciones de salseros en Bogotá. Detrás de muchas de las fiestas y eventos recientes hay nuevos protagonistas que mezclan vinilos, curan listas y crean contenido sobre el género, acercando la salsa a públicos que antes parecían más interesados en otros ritmos.


La Nena Magdalena (Sara Rojas), una de las protagonistas de esta movida, lo resume así: “No es como que la salsa no haya existido en esta ciudad por mucho tiempo ni que no se haya mantenido viva, pero yo creo que no había una movida como un poco más joven de esa música. Y yo creo que por eso muchos jóvenes, pues, como que se sentían un poco reacios a asistir a espacios en los que estuviera presente la salsa. Y lo que nuestro trabajo ha estado por ese lado, es como mantener igual esa llama y ese amor por la juventud y por un género tan maravilloso de conocer”.


Puede que no sean salseros de oído exigente, como quien va a escuchar timba a La Diez o va buscando el golpe en Galería Café Libro, pero les gusta la salsa y acuden a la cita cuando estas personas o influencers salseros convocan un evento. Plata hace énfasis en este punto resaltando que una gran parte de estas personas son mujeres: “Veo a muchas chicas que están siendo selectoras de salsa; se han volcado mucho hacia el género y creo que están teniendo mucha más fuerza que los hombres en esa escena. Y me parece perfecto”.  Solo como ejemplos, Agua e’ Lulo, una fiesta organizada en Bogotá en los últimos años y que toma su nombre de un tipo de rumba caleña del siglo pasado, se mueve en redes sociales y suele registrar sold outs en todas sus ediciones con carteles, en su mayoría, conformados por mujeres. 


También en el último Salsa al Parque, en una de las jornadas nueve mujeres selectoras mantuvieron la rumba en uno de los espacios alternativos al escenario de conciertos. Nathalie Bayona, selectora como La Guancona, responde así a este fenómeno: “Los hombres ya han ocupado muchos lugares en la historia de la salsa, de la cultura, de la música, del arte. Es  poderoso que ahora sea nuestra oportunidad y que todas las puertas se estén abriendo, es gratificante. Detrás de esto nos damos cuenta de que la perspectiva al fin está cambiando”.


Foto por: Alejandra Mar | @alejandra.mar
Foto por: Alejandra Mar | @alejandra.mar

Las fiestas más bogotanas


Volviendo a la raíz de este compilado, la salsa pega con todo. Y muchas de las fiestas de estas nuevas generaciones entran en contacto con otras formas de rumba bogotana que no necesariamente son salseras. La salsa deambula por las noches de la ciudad en comunión con el punk de Asilo, el dancehall en Sonora Social Club, las noches con disco en Ritmo Moderno y otra buena tanda de espacios prestados para la experimentación sonora. 


Así como con la música del Pacífico, la cumbia encaja con la salsa y promete espacios idóneos para la fiesta. Es también un ritmo que encaja a la perfección en la rumba crossover con propuestas tan de amores y odios como el tropipop y toda la gama de sonidos que por décadas han forjado la identidad sonora de los bogotanos. 


Bogotá tiene una escena salsera que ha demostrado que puede sobrevivir de forma autóctona, pero también es una puerta abierta para otros sonidos, para la comunión y la diversidad. Plata resume el sentido de todo esto: la música debe estar en constante movimiento; la gente llega y se va, y muchos que entran por estos parches terminan convirtiéndose en melómanos que buscan acetatos y melodías. Ese movimiento, más que un reemplazo, es la renovación que hoy alimenta el ecosistema salsero de Bogotá.



Disfruta las noches bogotanas con un buen shot de Jäger a -18°C. Descubre cómo Jäger contribuye a salvar la noche aquí.

Comentarios


bottom of page