Tenemos que hablar de LUX de Rosalía
- Sebastián Narváez Núñez

- 15 nov
- 6 Min. de lectura
En un mundo sumido en la incertidumbre a causa de las interminables guerras, el dolor latente, la hostilidad creciente, la polarización recrudecida y la apatía generalizada, la cantante catalana se entrega a la mística femenina, la religiosidad, el camino espiritual y la idea de pretender acercarse al estatus de deidad a través de la música para aferrarse a la fe en medio de una desesperanza masiva. En LUX, Rosalia abraza con fuerza la idea de que “cantar es una carta de amor a la verticalidad, una escalera hasta Dios”, mientras nos arrastra con ella a su propia interpretación de un mundo tan fragmentado, que apela al arte como un faro de identidad urgente.

¿Por dónde empezar? se pregunta uno como si en vez de un disco, estuviera al frente de uno de esos muebles modulares que aparentan ser sencillos en la caja, se complejizan cuando aparecen todas sus piezas y por momentos resulta imposible de entender sin el manual de instrucciones que, al igual que este disco, suele tener indicaciones en más de un idioma haciendo que su entendimiento sea universal, haciéndolo accesible para cualquiera. ¿Pero es realmente LUX un disco accesible? ¿Es suficiente la información del manual para entenderlo, o toca recurrir a un tutorial de YouTube? ¿Qué es lo que tiene este disco que nos confronta con la devoción en tiempos de post verdades, fake news, intolerancia y dudas? ¿Por qué pareciera que estuviésemos presionados a tener una opinión del disco para defenderlo o criticarlo? Pero más fundamentalmente: ¿le dedicaríamos el mismo tiempo a descifrarlo si se tratara de alguien diferente a Rosalía?
Con los simbolismos religiosos aflorando en cada detalle, es imposible ignorar el carácter de deidad que ha adoptado Rosalía en esta etapa de su vida en la que, por imposición social, por convicción personal o por un poco de ambos, se ha entregado a la idea de que estamos tan faltos de símbolos que nos representen como humanidad, que resultamos depositando una devoción enfermiza en las celebridades, responsabilizándolos de cómo debemos actuar, en qué debemos creer, hacia dónde debemos ir. Su capacidad de influencia puede parar el tráfico de una ciudad como Madrid o reconfigurar el algoritmo de nuestras redes sociales, de modo que lo que antes era un scroll infinito entre creadores de contenido banal y conflicto en Gaza, terminó siendo reemplazado por un reel analizando el disco de Rosalía, seguido de otro análisis del disco de Rosalía, pero ahora desde la filosofía y así sucesivamente hasta abarcar la conversación por completo o al menos dar esa sensación.
A estas alturas, me sorprende estar fascinado y al mismo tiempo hastiado de LUX. Es un disco maximalista en lo sonoro y abrumador en la conversación social. Tiene la capacidad de apuntar la mirada hacia otro lado en medio de un mundo que se derrumba a pedazos, atrapar la atención y llevarnos sonoramente por un universo orquestal grandilocuente, capaz de contener todas las fusiones y ritmos que lo componen. Así mismo, tiene la capacidad de abrumar y saturar fácilmente: Tutoriales de TikTok para decolorarse el pelo como Rosalía, (algo que veremos masivamente en sus conciertos), reseñas en reels de Instagram, entrevistas largas con los medios más importantes del mundo en YouTube, fragmentos de entrevistas cortas de creadores de contenidos en hilos de X, pantallazos de influencers siendo validados con un follow o un like de Rosalía en sus historias. Tanta omnipresencia en el algoritmo, por momentos satura y se vuelve difícil de digerir e imposible de ignorar.
Mientras su predecesor Motomami buscaba acceder al mundo desde lo masivo, y como una respuesta al contexto urbano de la industria del momento, con una ejecución compleja pero minimalista y como un acto de celebración a través del baile, LUX pretende contener el mundo desde lo espiritual, lo introspectivo y lo desafiante. Rosalía encarna la idea de que mientras lo que está quieto tiende a desaparecer o morir, lo que está en movimiento tiende a permanecer y sobrevivir en el tiempo con relevancia, obligándonos ya no a seguir las tendencias, sino a abstraernos de ellas y habitar, al menos por una hora, lenguajes que ignoramos tanto en todo lo que implica la orquestación de este trabajo, como en el contexto histórico de las santas que lo inspiran, los 14 idiomas en los que canta, los mensajes encriptados en lo visual, hacer de una partitura una campaña de expectativa, reunir a aproximadamente 10 mil personas y colapsar el tráfico de una ciudad, para finalmente demostrar que salirse de la estructura e incomodarse para habitar otros lenguajes es viable, siempre y cuando tengas el poder de influencia de una estrella global que una vez tiene un alcance mundial se puede dar el lujo de movilizarnos a escuchar una música a la que seguramente no llegaríamos si no está una figura como ella detrás. Lo cual también plantea una reflexión: ¿Y si no fuera Rosalía, nos gustaría igual? ¿Dedicaríamos la misma cantidad de horas a reflexionar sobre todos los elementos que lo componen?
En su Tratado Lógico-filosófico, el filósofo alemán Ludwing Wittgenstein asegura que “los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje”, y esta es la excusa perfecta para entender el propósito narrativo de un disco que nace de la intención genuina por entender el mundo que habita en medio de giras y visitas efímeras, pero que intenta entender mejor a través del lenguaje y las historias que lo acompañan. En el mundo de LUX se desdibujan las barreras de los idiomas que nos separan y se hace una provocación a la curiosidad. No solo se canta en otros idiomas para apelar a otros públicos, se canta en otros idiomas para que la obsesión por el detalle conduzca a la expansión de ese mundo, a entender que en “Porcelana” se apela a la santa japonesa Ryōnen Gensō; en “Mio Cristo Piange Diamanti”, se inspira en la relación espiritual y emocional de San Francisco de Asís con Santa Clara de Asís; en "Sauvignon Blanc", se refiere a Santa Teresa de Jesús: en “De Madrugá” , canta en ucraniano y hace alusión a Santa Olga de Kiev; mientras en “Novia Robot” canta en hebreo sobre la rebeldía inspirada en Miriam y en “Jeanne” canta en francés, inspirada por Juana de Arco, solo por mencionar algunas.
LUX es como ese Aleph de Borges que contiene al mundo y en ese mundo cabe todo lo que se enlista en “La Yugular”, pero caben también las reflexiones sobre el amor que se transforma y que nos transforma como canta en “La Perla” y "Focu 'ranni"; caben también el deseo de desdibujar los límites entre el cielo y la tierra en frases como “Quién pudiera vivir entre los dos/ Primero amar el mundo y luego amar a Dios / Quien pudiera venir de esta tierra / Y entrar al cielo y volver a la tierra / Que entre la tierra, la tierra y el cielo / no hubiera cielo” ; y caben la nada de la oscuridad y el todo iluminado por la luz del mundo como dice en “Porcelana”; cabe el despojo de lo material en “Sauvignon Blanc” y la liberación en “Novia Robot” y por supuesto caben también la muerte, la despedida y la celebración en “Magnolias”. En su lenguaje esconde la ambición de contenerlo todo y, en medio de esa ambición, también nos contiene un poco a nosotros, pero más importante, nos impone el diálogo como camino a la iluminación.
En un contexto del mundo actual saturado por la sobreabundancia de la información, las noticias falsas y la IA que nos cuestionan constantemente sobre lo que es verdad y lo que no, Rosalía apuesta por la contemplación y la curiosidad como puertas a las cuales nos asomamos para entender su visión del mundo, del amor, de lo espiritual y lo religioso. Casi que nos empuja con delicadeza a saber más, a entender el contexto de las santas que ha escogido para cada canción y su relación con lo que canta, pero también a abrir el traductor de Google para entender qué es lo que dice en otros idiomas, así no los vayamos a aprender para cantarlas, solo por el gusto o el compromiso de descifrar su mensaje. Al final, irónicamente, se trata de acumular argumentos, bien sea para criticar sus incoherencias o para aprender de lo que el otro sabe y uno ignora. Y digo “irónicamente”, porque es posible que dediquemos horas y días enteros a entender LUX, pero en cambio siempre existe una excusa o un sesgo que nos aleja de entender los conflictos, las causas y las consecuencias que nos han llevado a habitar en el miedo y la incertidumbre de nuestros conflictos actuales.
Ojalá así como nos sentamos a descifrar LUX, nos sentáramos a entender las causas de lxs otrxs, sin importar su idioma ni su procedencia, en vez de simplemente ignorarlo porque le sucede a otros, a miles de kilómetros de distancia, y porque, al final, no nos afecta directamente. Esa, en últimas, es la luz ausente en estos tiempos de oscuridad, nuestra imposibilidad de aferrarnos a la empatía y la esperanza como salvación de la humanidad.
¿Ustedes qué opinan?





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