Tenemos que hablar del Tiny Desk de 31 Minutos
- Sebastián Narváez Núñez

- 8 oct
- 5 Min. de lectura
Más allá de los récords de visualización y viralidad que han logrado en sus primeros días, la de 31 Minutos en el Tiny Desk es una presentación histórica por la sagacidad de su sátira y crítica a las políticas migratorias, la urgencia de sus mensajes camuflados en el performance y canciones, lo que representa para la comunidad latina en tiempos de asedio colectivo y la amenaza de desfinanciamiento a medios públicos como NPR y PBS.

Es probable que muchas de las casi cinco millones de visualizaciones que ya acumula la presentación en el Tiny Desk de los chilenos de 31 Minutos, vengan de personas cuyas familias latinas migraron a Estados Unidos hace un par de décadas y desde allá hayan mantenido una relación con su hogar a través de esto que más que una banda, es un ejercicio educativo a modo de parodia de un noticiero que nos atravesó a toda una generación entre 2003 y 2006.
También es muy posible que muchos de nosotros, que tuvimos nuestra infancia a inicios del nuevo milenio, seamos hoy adultos a quienes se les hace un nudo en la garganta cada vez que repetimos el Tiny Desk que no solo cierra el mes de la Herencia Latina que este año tuvo figuras impresionantes en su estudio, sino que detona en nosotros la nostalgia de volver a esas épocas en las que no estábamos hechos de incertidumbres, miedos y ansiedad; donde lo único que nos preocupaba era terminar las tareas para salir a jugar con la inocencia de quien de alguna manera ignora todo el mal que rodea al mundo.
Este Tiny Desk es especial porque cumple con la promesa que siempre nos ofreció 31 Minutos: un programa educativo para niños, en el que no se les trata condescendientemente, sino que se usa la sátira, la sagacidad y el humor para detonar una visión crítica y aguda de la realidad cuyo éxito radicó justamente en parodiar de manera inocente cosas con un trasfondo trascendental, como lo fue aprovechar su presentación en el Tiny Desk para criticar las políticas migratorias de Trump y entre líneas, por medio de la recaudación de fondos, hablar de la situación de amenaza que han tenido medios públicos como PBS y NPR a quienes el mandatario estadounidense ha tildado de sesgados y de ser una “máquina de desinformación liberal”.
En agosto de este año La Corporación para la Radiodifusión Pública anunció que comenzaría a reducir sus operaciones después de la orden que dio el presidente Donald Trump de rescindir 1.100 millones de dólares en fondos para la organización sin fines de lucro, que durante décadas ayudó a sostener a NPR, PBS y cientos de estaciones de medios públicos locales en todo el país. Debido a esto, espacios como NPR han iniciado una nueva etapa sin fondos federales por lo que la campaña de donación se ha intensificado. Solo el Tiny de 31 Minutos les ha representado aproximadamente $5.000 USD hasta el momento.
Y aquí es importante decir que 31 Minutos es producto de un concurso del Consejo Nacional de Televisión de Chile que en 2002 abrió su convocatoria para financiar la producción de un programa infantil por medio de una fuente pública chilena con la que se llevó a cabo la primera temporada y más adelante, en 2018, cuando sacaron 31 Minutos, La Película también contó con el apoyo de la Corporación de Fomento de la Producción de Chile, para la elaboración del guión en 2003. Todo esto para decir que su presentación en el Tiny Desk de NPR resulta ser un episodio crossover de dos iniciativas financiadas por el Estado hacia los medios públicos, por lo que resulta relevante el hecho de que se haya apelado tanto a las políticas de la administración de turno durante los 21 minutos de su show.
Tras la introducción de Freddy Turbina al volante cantando “Mi equilibrio espiritual”, la introducción desparpajada de Tulio Triviño diciendo “… y esta es la primera vez en Washington de 31 minutos, que es exactamente el tiempo en que expiran nuestras visas de trabajo”. Así que me apunto en presentar a los latidos latinos, urbanos emergentes, hip hop, hermanos brothers que ‘Bailan Sin Cesar’”, termina siendo un primer dardo que habla de la situación de asedio bajo la cual se está persiguiendo a latinos en territorio estadounidense buscando su deportación.
A lo largo de su show todo lo que está en escena comunica: el diseño de su vestuario que intenta camuflarse con las repisas icónicas del lugar, el pianista que al ser el único que le da la espalda a la cámara y se pone una máscara de su propia cara vestida con una camisa que emula el piano Yamaha del estudio y da un aura de cabezas flotantes, como si se tratara de ellos mismos convertirse en títeres, y por supuesto las transiciones entre temas que lejos de hablar de la historia de sus canciones o comentar algo de la banda, como suele pasar en este formato, se convierte en uno de los performances más aplaudidos por su humor negro, sutil y punzante.
La personificación del cocodrilo de gorra roja, cabellos rubios y un cinturón de balas, resulta en una alusión inteligente al gobierno de Trump y a sus políticas migratorias, Alligator Alcatraz y al servicio de ICE, los agentes del servicio de Inmigración y Control de Aduanas, que se hacen más fuertes con comentarios irónicos como el de Juan Carlos Bodoque a Tulio cuando conversan sobre la aparición del personaje apelando que “Solo es un amable señor que se quiere asegurar de que volvamos sanos y salvos a casa. Pero no te preocupes ante cualquier dificultad llamo a mi abogado ”, seguido de un guiño a la introducción de Better Call Saul, que empató perfecto con su canción “Objeción Denegada”, en la que modificaron levemente la letra para hablar de exención de visas e ilegalidad, en un contexto que visibiliza la complejidad de la migración en estos momentos y en ese país en particular.
Que un programa para niños haya logrado trascender las pantallas y llegar a festivales, para años después, en medio de una crisis migratoria y una persecución a las poblaciones latinas, ser el encargado de encarar desde el humor y la crítica a uno de los personajes más importantes del mundo en un programa en la Radio Pública Nacional, y que adicionalmente sea un fenómeno latino el que supere en record de vista durante sus primeros días a presentaciones de artistas como Billie Eilish o Sabrina Carpenter, es el motivo por el cual toda una generación que creció viéndolos, se ha movilizado no solo a conectar con la nostalgia de canciones como “Bailan Sin Cesar”, “Calurosa Navidad”, “Arwrarwrirwrarwro” y “Yo nunca vi televisión (Y luego sí pero después no)”, sino para alzar la mano, cuestionar y criticar desde un lugar pacífico pero contundente.
Finalmente, es emocionante que en medio de la incertidumbre y la crisis siempre existan estas esquinas de disfrute, diversión y creatividad, que es lo que viene propiciando 31 Minutos desde sus inicios: el devolvernos la inocencia que hemos perdido en el tiempo por lo cruel que parece ser el mundo, el podernos reír al ver una marioneta hacer breakdance e igual no olvidarnos de que seguimos perseguidos por la migra. El reírnos pero no desde el paliativo de la distracción, sino desde el conocimiento del gozo como acto de resistencia.
¿Ustedes qué opinan?





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