Seis dueñxs de la fiesta se imaginan el futuro de la vida nocturna en Bogotá
- Sudakas
- 21 nov
- 18 Min. de lectura
Natalia Ibáñez de Videoclub, Sandra Quintero de Asilo, Cristian Quevedo y Sergio Alférez de Ritmo Moderno, Hernán Jiménez de Candelario, Alix Lesmes de Latino Power y Mike Style de DEF Jamaica nos cuentan sobre sus percepciones del futuro de la cultura nocturna, las políticas estatales que deberían mejorar, el cuidado y los retos que enfrenta la noche bogotana.

Por: Estefanía Villamizar y Sebastián Narváez Núñez
Como buena metrópolis, Bogotá encarna una energía creativa, diversa, rica y que se nutre constantemente de las millones de personas la habitan, no solamente las nacidas aquí, sino aquellas que llegan de todos los lugares del país y del mundo para sumarle elementos a esa fusión cultural que nos hace una capital tan atractiva, viva y abierta para todos los gustos. Un lienzo en blanco que amalgama un espíritu desenfrenado que habita esta ciudad de asfalto y edificios, rodeada de montañas andinas.
Mucho de lo que nos representa en esta ciudad de noches frías, es su oferta cultural nocturna variopinta, que nos invita a refugiarnos en la fiesta para escapar a las heladas madrugadas y encontrarnos y conectarnos a través del baile, para encontrar allí no solo una abstracción de la realidad convulsa o un escape a la rutina, sino el calor del encuentro con el otro en medio del brindis, el sudor y el goce colectivo.
Aún cuando el encierro de la pandemia que vivimos en 2020 pareciera un recuerdo lejano, su impacto nos ha obligado a replantearnos la manera en la que habitamos la noche. Un informe sobre el estado de la vida nocturna realizado por SAVE THE NIGHT de Jägermeister asegura que en el Reino Unido, cerca de 14,000 negocios nocturnos cerraron entre marzo de 2020 y diciembre de 2023 mientras que Italia, por su parte, ha perdido más de 2,100 discotecas desde 1990.
Todo esto demuestra de alguna manera cómo la noche atraviesa varios retos que nos llevan a reflexionar sobre su futuro y por eso decidimos hablar con algunxs de lxs dueñxs de la noche en Bogotá, para entender cómo nos pensamos algo tan relevante como nuestros espacios de ocio, aquellos lugares donde nos liberamos de la presión del día a día y nos entregamos, al menos por unas horas, al disfrute y la desconexión. Para esta entrega hablamos con Natalia Ibáñez de Videoclub, Sandra Quintero de Asilo, Cristian Quevedo y Sergio Alferez de Ritmo Moderno, Hernán Jiménez de Candelario, Alix Lesmes de Latino Power y Mike Style de DEF Jamaica sobre el futuro, las políticas, el cuidado y los retos que enfrenta la noche bogotana.
A todxs ellxs les hicimos estas preguntas:
1. ¿Cuáles son los mayores retos de mantener un club hoy en día en Bogotá?
2. ¿Cómo se han pensado ustedes el futuro de la noche bogotana? ¿Qué tendría que cambiar para mejorar el ecosistema de la noche?
3. ¿Cómo se imaginan la fiesta en Bogotá en los próximos 5 años?
4. Una de las grandes conversaciones que suscita la noche es respecto al cuidado. ¿Qué entienden ustedes por cuidado y qué estrategias de prevención han incorporado o buscan incorporar para salvar la noche?
5. ¿Qué hace falta de parte del Estado para mejorar la noche?
Y esto fue lo que nos respondieron

Natalia Ibañez | VIDEOCLUB
Uno de los mayores retos es posicionarnos dentro de una agenda saturada de eventos y conciertos. Con el aumento de la oferta, el público tiende a reservarse o simplemente no cuenta con los recursos para asistir a un club un fin de semana, a menos que sea una fecha especial. Además, mantenernos en la escena underground es un desafío constante, ya que los artistas que solemos traer no siempre tienen grandes audiencias en redes, lo que hace que atraer público sea más complejo.
Creemos que el futuro de la noche bogotana debe centrarse en recuperar su esencia: la música, la comunidad y la experiencia compartida. Hoy las dinámicas de las redes sociales determinan en gran medida la asistencia a los eventos: mucha gente decide si ir o no a una fiesta dependiendo del número de seguidores o del reconocimiento del artista en Instagram. Esto genera una dependencia de factores externos y superficiales, y debilita la confianza en la curaduría y las propuestas artísticas de los clubes y colectivos locales.
Para mejorar el ecosistema, es necesario reconstruir otros canales de promoción y descubrimiento musical: que el público vuelva a explorar artistas a través de plataformas como SoundCloud, que valore la calidad de los sets y la identidad sonora de los espacios más allá de la fama digital. La confianza en los clubes, en sus line-ups y en su visión artística, debería volver a ser el principal motor de la noche.También creemos que es importante reducir la saturación visual y el espectáculo excesivo. Cada vez más, la fiesta se diluye entre pantallas LED, pirotecnia, videos para TikTok o dj booths elevados que distancian al DJ del público. La música y la conexión entre quienes la comparten debería ser lo esencial. Apostar por experiencias más íntimas, humanas y sensoriales puede ayudar a que la noche recupere su valor cultural y emocional.
La veo cada vez más versátil y plural. Bogotá está consolidándose como una especie de meca de la música electrónica en Latinoamérica, con oferta para todos los gustos: desde cumbia hasta gabber, de minimal a industrial techno. La escena electrónica está muy viva: surgen constantemente nuevos colectivos, sellos independientes y espacios experimentales, lo que hace que siempre haya algo interesante pasando. Esperamos que, en lugar de depender solo de festivales masivos, se desarrollen más clubes especializados, lo que permitiría que la noche crezca con identidad propia y diversidad cultural.
Para nosotros, el cuidado empieza por uno mismo. Creemos que una buena fiesta empieza por sentirse bien, conocer su propio límite y disfrutar de manera consciente. A partir de ahí viene el cuidado colectivo, mirar por el otro, sostenerse entre todos. En Video Club capacitamos a nuestro equipo en temas de consumo responsable y prevención de violencias, y hemos creado espacios de conversación y talleres donde tanto el personal como los asistentes pueden aprender, compartir y construir un ambiente seguro y respetuoso.
Creemos que el Estado debe reconocer a los clubes y bares como verdaderos espacios culturales, no solo como negocios. Detrás de una noche hay una propuesta artística y un trabajo cultural constante: desde la curaduría musical y los eventos hasta talleres, programas educativos y proyectos que aportan al desarrollo creativo de la ciudad. Apoyar y proteger estos espacios es clave para fortalecer la noche bogotana y consolidarla como un motor de cultura, comunidad y bienestar.

Sandra Quintero | ASILO
El principal desafío que enfrentamos a nivel de la rumba, y creo que no solo en Bogotá, es la mirada que se tiene sobre ella. Nosotros creemos que es absolutamente necesario garantizar espacios inclusivos, tranquilos y que crecen alrededor de la movida cultural. En una sociedad tan violenta como esta, creemos que a la gente le hace falta eso. Parte de la misión es combatir la idea de que la rumba trae problemas, al contrario, es un escenario de descanso mental. Es como una olla a presión: ayuda a sacar la presión que uno tiene. Es necesario tener espacios de entretenimiento, de ocio, de exploración de gustos y de placeres.
Además de la seguridad, otro elemento que considero que podría cambiar y mejorar es la diversificación de la rumba, que Bogotá se convierta en un espacio donde no existan solamente pocas miradas y pocos gustos, especialmente en lo musical. La lucha ha sido que la rumba se asocie a la exploración cultural: escuchar nuevos sonidos, descubrir nuevas bandas. Esa es la formación cultural que nos hace falta impulsar.Nos falta asociar más a la noche con encontrar manifestaciones culturales nuevas y tener la capacidad de apoyar esas movidas emergentes, no solamente la rumba por la rumba. Cuando se asocian esas dos cosas, la gente cambia un poco la mirada y la relación con el espacio social.
Hemos notado que recientemente han regresado bares y clubes. Hay mucha gente interesada en crear sitios, y eso no venía pasando. Más allá de pensarnos como competencia, esperamos que, dentro de cinco años, ya haya mucha más variedad en la oferta de rumba. Sería muy interesante que las políticas de la ciudad fueran menos represivas frente a la rumba y mucho más abiertas a procesos pedagógicos sobre cómo manejarla.Ha sido exitoso que la gente poco a poco se ha ido acostumbrando a que Asilo no solo propone rumba, sino también escuchar DJ's o bandas nuevas. Llevamos mucho tiempo intentando hacer estas propuestas y que no se queden en pequeños grupos, en élites que tienen un oído distinto. Debería ser mucho más democrática la llegada de sonidos nuevos a una comunidad mucho más amplia, porque eso hace parte del crecimiento de una sociedad. Se trata de encontrar propuestas de sonidos y manifestaciones culturales emergentes.
Yo lo dividiría en varios elementos: Lo Individual: Nos toca hacer un trabajo fuerte para entender que hay un tema de autocuidado: ¿con quién salgo, cómo voy a salir, cómo voy a regresar a mi casa, con quién voy a estar, y cómo voy a tratar a los demás? Nos hace falta bastante trabajo en esto, aunque la mayoría de la gente es consciente de su propia seguridad.El trabajo del Estado no se trata solamente de cohibir o prohibir, sino de decirle a la gente, con un discurso mucho más incluyente, "Venga, cuando salga a rumbear, cuídese", generando un proceso de formación.
Lo Local: En los clubes, como tal, intentamos permanentemente entregar herramientas de autocuidado.
Seguridad Interna y Externa: Tenemos un sistema de seguridad importante. Nunca escatimamos gastos para mantener la seguridad hasta el último momento que tengamos clientes, incluyendo el momento de la salida. Recientemente, reforzamos el protocolo de seguridad externa con más personal para acompañar a los clientes a que se vayan tranquilos a su casa.
Protocolos de Respeto: El tema de las mujeres sigue siendo complicado, aunque en Asilo siento que los hombres son muy respetuosos. Cuando hemos tenido dificultades, se activan inmediatamente los protocolos de seguridad y se sanciona a personas que vengan con un ánimo distinto. La rumba debe ser tranquila y respetuosa con todo el mundo: hombres, mujeres y el personal.
Consumo Responsable: Tenemos protocolos con respecto a lo que se consume. Si te vemos demasiado "llevado", no te vamos a dejar ir con cualquier persona; revisamos que siempre estés con alguien acompañado.
Recomendaciones: Siempre estamos recomendándoles que guarden sus maletas, que el consumo debe ser responsable. "Entraron caminando, tienen que salir caminando."El Acompañamiento del Estado: El gran problema es creer que todo se soluciona con la prohibición. Nosotros creemos que, antes que la prohibición, hay que hacer ejercicios de formación y pedagogía de la rumba y de autocuidado. Campañas como: "si usted va a beber demasiado, vaya con alguien de confianza que lo acompañe, que no lo va a dejar tirado. Cuide sus pertenencias, guarde las cosas en el maletero, avise si ve a alguien sospechoso."Sentimos que lo que hace el Estado es derivar el problema o simplemente olvidar que estos escenarios existen. Lo que hacen es establecer reglas y normas coercitivas para controlar la situación, que es lo más fácil, en lugar de realizar campañas de autocuidado y acompañamiento. La policía llega a presionar, no a acompañar. Nuestra política con la policía es decirles: "Venga, acompáñenos en un sentido mucho más cívico y menos coercitivo".
Hay que pasar de políticas represivas a políticas formativas. Antes que la prohibición y la cárcel, debe haber un ejercicio de formación y pedagogía de la rumba, y eso el Estado no lo ha hecho.Debe haber un acompañamiento especial, pues los últimos años han sido terribles a nivel de seguridad. Es vital empezar a impulsar a los negocios y los clubes en cuanto al desarrollo de manifestaciones culturales. El Estado ha abandonado esto, o ni siquiera lo ha tenido en cuenta. Siempre se ha mirado la rumba como un espacio para hacer dinero y de represión/locura, y no se ha acompañado eso con políticas públicas de acompañamiento, enseñanza o pedagogía.Hemos intentado que la policía nos acompañe en un sentido más cívico, para que la gente llegue segura a sus casas, pero es complicado porque la mentalidad actual es más fácil: reprimen con la norma y ya.

Cristian Quevedo y Sergio Alferez | RITMO MODERNO
Los retos son múltiples: económicos, burocráticos, de convocatoria y de permanencia en la escena. Mantener un espacio cultural en una lógica de consumo cada vez más guiada por los likes y el algoritmo que por el contenido del espacio es complejo. La dificultad está en ser relevantes desde la oferta, sosteniendo una curaduría pensada desde la investigación cultural, con interés en promover nuevas formas de acceso a la cultura frente a un público que, cada vez más, parece ser fan del algoritmo antes que de los artistas y la música. También está el asunto Oxxo - en nuestro sector son los principales vendedores de licor que es de lo que depende un bar. Muchas personas prefieren comprar por costo en estos sitios y al bar solo entran por la música, lo que rompe la sostenibilidad. Aparte de esto por el consumidor del Oxxo se genera una problemática de aseo y disturbios en el sector que la ley escoge ignorar mientras a los establecimientos les tienen el ojo encima para ver cómo caerle con la “ley”.
La burocracia se ha vuelto cada vez más restrictiva. Las instituciones suelen ver estos espacios solo como fuentes de recaudo, sin invertir realmente en el desarrollo estructural del ecosistema nocturno y cultural de la ciudad. Esa desconexión tan profunda entre lo gubernamental y lo material afecta de manera directa a los espacios; incluso los diseños de algunas becas y programas están completamente alejados de las necesidades reales del sector.Las experiencias internacionales han demostrado que prohibir no soluciona nada, al contrario, oscurece la cultura nocturna bajo un manto de inseguridad, ilegalidad y descuido. Lo primero que debería ocurrir es que quienes toman decisiones sobre la noche salgan de sus oficinas y entiendan las necesidades reales de los espacios y de las comunidades que los habitan.La oferta y la demanda cultural no pueden seguir siendo ecos de algoritmos ni de modas “instagrameables”, sino expresión del sentir colectivo y de la búsqueda de nuevas representaciones sonoras y estéticas.La noche, en el bar, sigue siendo uno de los escenarios más fecundos para las confabulaciones culturales, para las creaciones e ideas que redireccionan la historia de los individuos y, por tanto, de las ciudades y las naciones.Queremos apostarle a una comunicación con el público más de confianza y menos de redes. Que sepan que tenemos un propósito de ofrecer buena fiesta cultural alternativa y que siempre la pasarán bien, a cambio de jugar a la generación de “contenido” de redes que honestamente nos tiene hostigados y no nos representa. Que esto los y nos vuelva a conectar con el arte, el apoyo mutuo y la comunidad.
3. Una fiesta que cuide más y prohíba menos, donde el diálogo cultural y artístico construya nuevos paradigmas sobre el papel de la cultura nocturna en el desarrollo de lo humano. Una fiesta que permite a los artistas crecer y expandirse y se solidifiquen una cultura y economía local del entretenimiento desde lo alternativo a lo mainstream.
Una fiesta con más curiosidad por los sonidos nuevos que el afán por pedir canciones, donde se dignifique el oficio del artista y toda relación de trabajo sea justa y equitativa.
4. Uno de los mayores problemas que vuelven insegura la noche es la tendencia a relativizar los derechos y deberes según el estado o los consumos de las personas. Se ha vuelto común ver al otro solo como un cliente, un número o una transacción. Esa indiferencia hace que se piense: “si está borrach@, no es mi problema; si ya salió del lugar, tampoco”. Pero la noche debería ser segura hasta el regreso a casa.
La falta de compromiso de los distintos agentes que forman parte de la cadena de valor agrava la situación: venues que no cuidan a sus asistentes y se enfocan únicamente en vender, personal de seguridad más violento que los mismos asistentes, y todas las formas crecientes de segregación y discriminación. Aun así, cada vez más espacios están comprometidos en eliminar estas conductas y construir ambientes realmente seguros e incluyentes.
La noche no está en peligro de extinción; atraviesa un momento de transformación que responde a lógicas sociales y políticas que, muchas veces, la desconocen como agente fundamental del ecosistema cultural. Pero mientras haya música en una esquina de la ciudad y personas que quieran bailar mientras se piensan en el movimiento, habrá noche. Desde Ritmo Moderno procuramos construir relaciones verticales entre todos los agentes que lo habitamos, asistentes, artistas, equipo , proveedores y vecinos.
A veces creemos que para subsistir debemos caer en las lógicas del mercado y comunicación de tendencia, pero para aportar más que salvar, queremos como laboratorio experimentar en cambiar esas dinámicas y construir un nuevo hábitat y comportamiento para nuestro entorno, economía y construcción de culturas.
5. Hace falta que el Estado entienda que los venues son fundamentales para la construcción, evolución y democratización de la cultura. Los bares no son enemigos, son parte del tejido que sostiene la vida cultural de la ciudad.
Toda apuesta gubernamental que busque el crecimiento cultural debe pasar, indefectiblemente, por los espacios nocturnos. Solo así se podrían diseñar estrategias más efectivas y alianzas reales donde la noche sea reconocida por su potencial social, cultural y económico. Se necesita una mirada institucional que promueva la seguridad más que la vigilancia, la inversión más que el asistencialismo de corto alcance, y que fomente la generación de empleos y dinámicas económicas de alto impacto en lugar de la imposición desmedida de impuestos que hace la sostenibilidad tan complicada.
La institucionalidad debe acoger y resignificar lo que desde sus escritorios ha malinterpretado como “la noche”: un territorio vivo, creador y esencial para la cultura contemporánea.

Hernán Jiménez | CANDELARIO
Somos un lugar que acaba de celebrar sus 20 años, entendemos perfectamente lo que significa sobrevivir en esta industria. El mayor reto es mantener la magia viva en un entorno que cambia todos los días. Bogotá se ha vuelto una ciudad exigente, diversa, donde la gente busca experiencias genuinas, no solo rumba. En Candelario entendimos que un club no sobrevive solo por la música o la barra, sino por el alma del lugar, por las historias que pasan dentro. Hoy el reto está en mantener la autenticidad sin caer en la fórmula fácil, resistir a la homogeneización y seguir siendo un espacio donde la gente se siente parte de algo real, no de una moda pasajera. Tratar de mostrar el espacio a nuevas audiencias y generar eventos multiculturales dentro del espacio.
La noche bogotana tiene un enorme potencial creativo. Pero necesita más colaboración y menos competencia entre proyectos. Necesitamos entender que el futuro de la noche no está en quién pone el trago más caro, sino en crear cultura nocturna, una escena donde la música, el arte, la gastronomía y la identidad local convivan. Candelario siempre ha apostado por la memoria y la mezcla —somos una historia viva de La Candelaria, pero con los ojos puestos en el futuro y sobre todo desde que empezamos, seguros de que el centro histórico, en algún momento, llegará a tener la relevancia de estos mismos espacios en el resto del mundo. Si logramos que la noche se entienda como un ecosistema cultural y no solo como entretenimiento, Bogotá puede tener una de las movidas más potentes de Latinoamérica.
La imaginamos más diversa, más consciente y más libre. Donde haya lugar para todos los ritmos, todas las edades y todas las formas de expresión. Donde los espacios sean también laboratorios de creatividad, no solo de consumo. Y donde el público busque experiencias que los transformen, que les dejen algo más que una resaca. En cinco años, la fiesta bogotana debería ser una celebración de identidad, con raíces en lo nuestro pero abierta al mundo. Pero también necesitamos una ciudad que funcione las 24 horas, que la industria nocturna no sea más un enemigo de las autoridades sino un aliado que genera seguridad, empleo y crecimiento de la economía.
Para nosotros el cuidado empieza en casa. En Candelario cuidamos a nuestra gente, a nuestro equipo, a los artistas y al público. El cuidado no se trata solo de prevención, sino de respeto mutuo y bienestar colectivo. Hemos trabajado en protocolos de seguridad, formación de nuestro personal, acompañamiento y vigilancia respetuosa. Pero más allá de eso, promovemos un ambiente donde la gente se sienta segura, tranquila, feliz, sin miedo de ser señalada, para ser quien es. Salvar la noche pasa por recuperar su esencia: el encuentro, la libertad y la empatía.
Hace falta que el Estado entienda la noche como un activo cultural, no como un problema de orden público. Que existan políticas claras para apoyar a los espacios que generan empleo, cultura y turismo. Que haya incentivos para quienes promueven el arte, la música y la convivencia. Y sobre todo, que se abra un diálogo real entre el sector público y los proyectos independientes que le dan vida a la ciudad cuando cae el sol. La noche también construye ciudad, solo que con otro lenguaje. Desafortunadamente, siempre han tratado de ponernos todo tipo de restricciones y de satanizar el gremio, pero la verdad es que somos un motor de la cultura y la economía.

Alix Lesmes | LATINO POWER
Mantener un club es un reto por la competencia desmedida; todos creen que abrir un club es fácil, pero no hay público para todos. Otro reto son los grandes escenarios, que arrastran al público y evitan que vuelvan a salir. Aparte, la regulación y la planeación urbana son caóticas; la norma cambia constantemente y la falta de planeación hace que la policía aproveche para extorsionar.
Es imprescindible que la ciudad se piense 24 horas, lo cual obligará a mejorar la regulación, el manejo de basuras, la salud y, vitalmente, el transporte. Es muy triste ver a los jóvenes hacer fila en el frío hasta las 5 a.m. en el Transmilenio. Debe haber una coordinación entre las Secretarías de Gobierno, Seguridad y Salud para atender la noche. Ignorarla es ridículo, pues genera empleo y cultura.
Veo un renacimiento de los venues de música electrónica, pero me da miedo que se vuelva solo techno y capitalismo salvaje, desestimulando a los pequeños venues reales. Hago una invitación a que no nos abandonen, que no se vayan solo al mainstream y a la masa de moda. Espero que no se pierdan géneros como el currulao o el bullerengue. Espero que la escena siga prolífica, con gente que le mete el corazón, pues cada noche hay muchas fiestas disponibles.
Siempre tenemos un protocolo de cuidado. Capacitamos a nuestro equipo en cómo atender situaciones de exceso de consumo y se aseguran de que la gente llegue segura a su casa. Una fortaleza es que la población LGBTI y con discapacidad se siente bienvenida y en su casa, sintiendo que pueden venir a Latino a escuchar buena música, con tranquilidad y respeto.
Debe haber estrategias coordinadas entre las Secretarías de Salud y Seguridad. La pregunta es: ¿Cómo cuidamos estos empleos y estos lugares que gestan esa cultura entre todos? Una estrategia muy necesaria es la figura de un alcalde o alcaldesa de la noche, algo que ya existe en otras ciudades. Bogotá debería pensarse en esa franja, más allá de decir qué es lo que no queremos ver.

Mike Style | DEF JAMAICA
Después de 19 años sosteniendo a Def Jamaica Club en el sur de Bogotá, he entendido que mantener vivo un espacio nocturno es un acto de resistencia cultural. Montar y mantener un club hoy no es fácil en ningún lado, pero hacerlo en Soacha es otro nivel. Por un lado, están los costos que no perdonan: arriendos, permisos, personal, técnica… todo sube.Pero además está el tema del estigma. Mucha gente todavía tiene en la cabeza historias viejas, titulares amarillistas, o simplemente no se atreven a cruzar al sur porque “les da cosa”. A nosotros nos ha tocado romper prejuicios todos los días: demostrar que acá hay cultura, que acá se trabaja serio y que desde este lado también se está moviendo la industria.Otro reto grande es la movilidad y la seguridad en el trayecto para el público, algo que siempre nos empuja a buscar soluciones creativas para que la gente llegue tranquila.
El futuro de la noche, para nosotros, tiene que ser más abierto, más diverso y menos centralista. Bogotá no es solo Chapinero ni el Centro. La cultura también se construye desde el borde, desde los barrios, desde Soacha, desde toda la periferia que ha empujado el movimiento urbano y alternativo por años. Para mejorar el ecosistema, necesitamos:
Que se reconozca que la noche también es cultura, comunidad y desarrollo, no solo fiesta.
Que se fortalezca la conexión entre la escena emergente y los actores consolidados, porque ahí nace el verdadero crecimiento artístico.
Que el Estado, los empresarios y la comunidad trabajaran en alianzas reales, con reglas claras, movilidad nocturna adecuada y seguridad equilibrada.
Que se entienda que los clubes somos espacios vivos, que requieren estabilidad normativa para crecer. Durante casi dos décadas hemos demostrado que la escena alternativa también construye ciudad, incluso desde zonas que históricamente no se han visto como epicentro de cultura nocturna.
Veo una ciudad donde la fiesta será cada vez más experiencial, diversa y consciente.
Más música en vivo, más DJs, más fusiones, más identidad. Más espacios que combinen arte, gastronomía, diseño y performance. Más públicos que buscan lugares auténticos, con historia, no formatos vacíos Y, sobre todo, veo a los espacios con ADN propio —como nosotros— siendo más valorados.
En nuestro caso, hemos ido más allá de la fiesta nocturna. Hemos encontrado formas de usar el club para grafito, arte, tatuaje, comedia, teatro, sobretodo dándole espacio a una escena que también necesita escenarios para existir. Y eso también es futuro: una noche más amplia, más creativa, más cultural.
El cuidado es lo que mantiene viva la cultura, los artistas y a las comunidades que nos rodean.
En Def Jamaica el cuidado se expresa así:
• Renovación física constante para que el espacio sea seguro, agradable y coherente con la experiencia que prometemos.
• Diversidad musical y cultural, que fomenta respeto entre distintos públicos.
• Acompañamiento a artistas emergentes, que muchas veces encuentran en nuestra tarima su primer impulso.
• Espacios para otras artes como la comedia, porque cuidar la noche es también darle oportunidades a todas las expresiones.
• Formación del equipo, para saber acompañar, leer momentos y actuar con criterio.
Pero el cuidado también lo hemos pensado para la ciudad de día, no solo de noche. Por eso creamos nuestra cocina y un menú con identidad, para que la gente pueda venir desde temprano a nuestra terraza a comer, tomar cócteles y compartir sin necesidad de fiesta. Esto nos ha permitido mantener algo que para nosotros es sagrado: que nuestros primeros clientes —los que nos vieron nacer hace casi 20 años— hoy puedan venir un domingo con sus hijos y hasta con sus mascotas. Ese es el espíritu de nuestro nombre: DEF = Diversión En Familia.
Somos un club nocturno, sí, pero también somos un espacio donde la cultura, la familia, el barrio y la comunidad pueden coexistir.
Lo que hace falta es simple, pero profundo: un cambio de mirada.
El Estado debe ver la noche como:
• Un sector cultural, generador de identidad, trabajo y oportunidades.
• Un motor económico, especialmente para jóvenes, artistas y gestores.
• Un espacio de comunidad, no un foco de problemas.
Necesitamos:
• Políticas públicas específicas para la noche, no hechas desde la lógica del día.
• Acompañamiento real, con diálogo y pedagogía, no solo control.
• Movilidad nocturna, seguridad e iluminación adecuadas.
• Trámites estables y claros, para poder innovar y planear.
• Incentivos para espacios que programan música en vivo y apoyan nuevas escenas, que son quienes realmente mantienen la vida cultural de la ciudad.
La noche es cultura, es comunidad y es territorio.
Y desde el sur, con 19 años de resistencia y de identidad, en Def Jamaica hemos demostrado que también es futuro. La noche mejora cuando el Estado se vuelve aliado, no cuando solo aparece para poner trabas.

